Hablemos de Historia Dominicana Contemporanea. LOS DIES AÑOS DE JOAQUIN BALAGUER O 2DO. PERIODO BALAGUERISTA (1986-1996)
LOS DIES AÑOS DE JOAQUIN BALAGUER O 2DO. PERIODO BALAGUERISTA (1986-1996)
Balaguer se volvió a presentar como candidato en 1986 aprovechándose de una división en el Partido Revolucionario Dominicano para ganar la presidencia de nuevo después de una ausencia de ocho años, donde derrotó por escaso margen al candidato por el PRD, Jacobo Majluta. Para entonces, tenía 80 años y casi ciego por completo (había sufrido de glaucoma durante muchos años).
El tercer gobierno de Balaguer fue mucho más liberal que el anterior. En este periodo Balaguer era mucho más tolerante a los partidos de oposición y los derechos humanos.
Siguió con sus grandes proyectos de infraestructura, tales como la construcción de carreteras, puentes, escuelas, proyectos de viviendas y hospitales. Siguiendo el estilo de Trujillo, estos proyectos de gran visibilidad eran muy publicitados en los medios de comunicación controlados por el gobierno y través de grandiosas ceremonias públicas destinadas a mejorar la popularidad de Balaguer. La economía también mejoró considerablemente.
En este período, Joaquín Balaguer mantuvo una ligera política de populismo, en lo que se refiere a la entrega de canastas, dinero y otras "dádivas" al pueblo dominicano con el propósito de gobernar con el apoyo del campesinado y la masa pobre, que es la mayoría. El Clientelismo también se manifestó en gran medida.
En 1990, con una abstención del 40%, Balaguer logra reelegirse con el 35.1% de los votos, contra el 33.9% de Juan Bosch del Partido de la Liberación Dominicana, y un Partido Revolucionario Dominicano que mantenía una crisis interna. Este proceso se caracterizó por la expresión de amplios sectores de la vida política y social, que criticaban la legitimidad de dichas elecciones, a lo que Balaguer respondió lanzando los militares a la calle y decretando un toque de queda.
En 1992, para el 500.º aniversario de la llegada de Cristóbal Colon a América y la visita del Papa Juan Pablo II, Balaguer gastó millones en la restauración de la histórica ciudad colonial de Santo Domingo, y readecuándola para la visita del Papa, quien junto a Balaguer inauguró el Faro a Colón.
Ese mismo año gastó más de doscientos millones de dólares en la construcción del controvertido Faro a Colon, un faro de diez pisos en honor a Cristóbal Colon. Terminado en 1992, el Faro a Colón fue diseñado para transmitir la imagen de una cruz cristiana en el cielo nocturno y para que sea visible a decenas de kilómetros. Desde que se terminó, el Faro que supuestamente alberga los restos de Colón, ha sido una atracción turística de menor importancia. Su luz no se utiliza muy a menudo debido a los costos de energía y los apagones en el país. Sin embargo, su simbolismo y el gasto fueron fuente de mucha controversia.
En 1994 Balaguer decidió optar de nuevo por la presidencia, incluso cuando ya tenía casi 90 años de edad y ciego por completo. Esta vez, su principal competidor era Jose Francisco Peña Gómez del Partido Revolucionario Dominicano.
Esta campaña fue una de los peores de la historia dominicana. Su Partido Reformista Social Cristiano con frecuencia utilizaba la ascendencia haitiana de Peña Gómez a su favor. El dominicano históricamente tiende a desconfiar de cualquier persona con sangre haitiana. Por ejemplo, Balaguer llegó a decir que Peña anexionaría el país con Haití en caso de ganar. Con igual capacidad de maniobra en las elecciones, se impuso con un 42.3%, contra un PRD que obtuvo el 41.6% de los votos, donde se asegura que ocurrieron alteraciones de actas y del padrón electoral en la misma Junta Central Electoral. Peña alegó fraude, y llamó a una huelga general. Las manifestaciones tuvieron lugar en apoyo a la huelga.
En este periodo se sucedió la misteriosa desaparición del profesor universitario y activista Narciso González (Narcisazo), un vehemente crítico de la política de Balaguer. Su desaparición que hasta la fecha es un misterio, se le atribuyó a su gobierno.
Una investigación posterior reveló que la Junta Central Electoral no sabía el número total de votantes registrados, y el resultado en las listas distribuidas en los colegios electorales no coincidían con las dadas a los partidos. La investigación también reveló que unas 200.000 personas habían sido retiradas de las urnas. En medio de tales preguntas sobre la legitimidad de la encuesta, acordaron celebrar nuevas elecciones en 1996, pero esta vez Balaguer no sería candidato. En este sentido, cumplió su palabra de poner su cargo a disposición de la administración estadounidense.
El acuerdo político de los gobernantes, de sectores del poder fáctico que incluye a la Iglesia Católica y de los dirigentes de los partidos políticos, dejaron establecida una reforma constitucional que se hizo el 14 de agosto de 1994. Este acto de consenso jurídico fue preferido a la anulación total de las elecciones y fue conocido como "Pacto por la Democracia".
En las elecciones de 1996, Jacinto Peynado Garrigosa, terminó muy lejos de llegar a la segunda vuelta. Balaguer entonces dio su apoyo a Leonel Fernández Reina del Partido de la Liberación Dominicana en una inusual coalición con Juan Bosch, su enemigo político de más de 30 años.
En las elecciones presidenciales de 2000, Balaguer, a la edad de 94 años, se postuló por novena y última vez a la Presidencia de la República Dominicana; pese a las enormes limitaciones físicas debidas a su avanzada edad y al cúmulo de críticas de sus anteriores gobiernos, logró más del 20% de los votos, ubicándose en el tercer lugar.
Muerte y legado
Joaquín Balaguer murió de insuficiencia cardiaca en Santo Domingo el 14 de julio de 2002 a la edad de 95 años.
Su legado en República Dominicana es contradictorio. Mantuvo una relativa estabilidad política y económica en el país por muchos años, centralizó todas las decisiones gubernamentales y lanzó programas masivos de construcción de carreteras, puentes, hidroeléctricas y monumentos, con la intención clara de que su impronta personal quedara marcada en piedra. Fue una figura polarizante que podría incitar tanto al odio como al amor de la población. Era tradicional en Balaguer facilitarles viviendas a los más pobres por medio del Gobierno donde estos pagaban un módico precio mensual por las mismas. También tenía la costumbre junto a su hermana Emma de regalar juguetes a los niños pobres los Días de Reyes.
Ronald Reagan una vez dijo de él: "El presidente Balaguer ha sido una fuerza impulsora en todo el desarrollo democrático de su país. En 1966 llevó el retorno de la democracia a la República Dominicana después de años de incertidumbre política y agitación. En efecto, él es, en muchos sentidos, el padre de la democracia dominicana" y Jimmy Carter, lo felicitó diciendo "El presidente Balaguer ha sido un ejemplo para todos los líderes en esta nación y su gente, que lejos de un gobierno totalitario, lleva al país cada vez más la democracia".
El director cinematográfico dominicano René Fortunato hizo dos documentales, basándose en la forma de gobierno de Balaguer y haciendo alusión a su todavía relación ideológica con Trujillo, Balaguer: la Herencia del Tirano y Balaguer la violencia del Poder, lanzados en 1998 y 2002 respectivamente.
Joaquín Balaguer es uno de los personajes de la novela La fiesta del Chivo, escrita por el escritor Mario Vargas Llosa.
Wikipedia.org
Situación económica de este periodo:
En este período (1986-1996) se decide reactivar la economía vía la inversión pública; aprovechando tanto el multiplicador que la actividad de la construcción tiene hacia la industria relacionada, como su capacidad para absorber mano de obra. Si bien el PIB, en términos reales, creció entre 1986 y 1989 a una tasa promedio de 5.1%, la tasa de inflación promedió 29.4% en el mismo período. Sin embargo, con la crisis de 1990 el PIB cayó 5.5% y la inflación alcanzó niveles históricos de 79.9%. En cambio, entre 1991-1996 la economía promedió una tasa de crecimiento de 4.7% con niveles de inflación de 7.2%.
Ello causó que los ingresos fiscales tomaran nuevamente un repunte en dichos años, debido a lo cual la presión fiscal se situó en niveles de 16% (en 1992, 1993 y 1994). En resumen, durante la reciente gestión del Dr. Balaguer se trazó una estrategia de recuperación económica, amparada en la instauración de necesarias reformas económicas durante los años de 1990-92, que solventaron la capacidad recaudadora del Estado y repercutieron en importantes esquemas de austeridad y estabilidad.
Los 10 años de Balaguer y sus relaciones con Haití
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Con la llegada nueva vez al poder del Partido Reformista, que catapultó por séptima vez al solio presidencial al doctor Joaquín Balaguer, aunque las circunstancias en esta ocasión fueron muy diferentes a otras, en las que maniobró como avezado marinero en mares tempestuosos y da un giro de 180 grados al timón de su estrategia política, se ratifica lo expresado por Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”.
Esto quedó de manifiesto cuando, apenas iniciado el período de gobierno, el 8 de octubre de 1986, firmó un contundente decreto destituyendo al Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas, almirante Víctor Barján Muffdy; al jefe de Estado Mayor de la Marina de Guerra, vicealmirante Juan de Jesús Jorge Cabrera y al director de la Dirección Nacional de Investigaciones (DNI), contralmirante Hamlet Bergés Santana, todos con menos de dos meses en sus cargos y profesionales con diáfanas hojas de servicios.
La principal motivación de estas sorprendentes destituciones fue la aparición de un hombre ahorcado mientras estaba detenido en el destacamento de la Marina de Guerra -hoy Armada de República Dominicana-, de Sabana de la Mar, hecho que fue aprovechado como excusa por el presidente Balaguer para enviar una señal de que los vientos habían cambiado y que no estábamos en el gobierno que él encabezó en el 1966, conocido como de “Los12 años”.
Sin embargo, su primera y quizá más importante alusión al tema haitiano, la hizo el 27 de febrero de 1989, cuando presentaba sus Memorias ante la Asamblea Nacional, acto solemne en el que precisó que, los obreros dominicanos en los ingenios azucareros vivían bajo las mismas condiciones infrahumanas que los haitianos, por lo que no había discriminación con estos últimos, sino falta de seguridad y asistencia social adecuadas para algunos intereses elementales, y que los sistemas existentes estaban abiertos para todos, sin distinción de raza, origen ni condición social.
En este discurso, Balaguer manifestó: “Podemos proporcionar a los inmigrantes haitianos, como a todos los extranjeros, las mismas ventajas que ofrecemos a los dominicanos, pero no podemos darles mayores ventajas de las que podemos garantizar a nuestros propios conciudadanos”.
Con el discurso florido que le caracterizó, aprovechó la alocución para ofrecer un análisis sociológico sobre la raíz del problema: “La población de la capital de la República, en 1961, al iniciarse el proceso democrático, era apenas de trescientos once mil almas, la inmigración haitiana ilegal se hallaba férreamente contenida, la población de los campos no había irrumpido, aún, en los centros urbanos, revolviéndolo todo, como el agua de las inundaciones, los turistas eran apenas un puñado de visitantes, los servicios públicos, por consiguiente, el agua, la electricidad y el transporte público, la recogida de basura, la atención a los pacientes pobres en los hospitales del Estado, bastaban más o menos para dar satisfacción a todas las demandas. Pero de pronto en el país se implantó la democracia. Conjuntamente con la democracia apareció también el populismo. Ambos fenómenos nos tomaron a todos de sorpresa”.
El presidente Balaguer manifestó ante la Asamblea Nacional, que una tercera parte de la población haitiana se volcó a suelo dominicano y el campo inundó la ciudad. Y él mismo admitió que: “Perdido el control, la nave quedó prácticamente a la deriva. Envueltos en esa crisis nos hallamos desde 1961 a la fecha”.
Es decir, el Presidente estaba reconociendo en ese momento, que no se actuó adecuadamente, ni se planificó, mucho menos se crearon leyes migratorias como demandaba y demanda la situación. No se colonizó la frontera, como sugirió él mismo en un escrito para el diario La Nación, de Santiago, en 1927, ni se equiparon ni entrenaron adecuadamente a las Fuerzas Armadas.
Como resultado, ahora pagamos las consecuencias de no estar preparados como demandan las circunstancias, sin dejar de reconocer la inversión del actual gobierno en seguridad fronteriza, la cual aún no es suficiente.
Como se puede deducir en los hechos que narramos, en cuanto a sus relaciones diplomáticas con Haití, el presidente Balaguer demostró su mimetismo estratégico y capacidad de maniobra en pro de los beneficios que las mismas generaban y todo iba viento en popa, hasta que, en el 1990, el exsacerdote Jean Beltrán Aristide, con su Teología de la Liberación y el apoyo del Partido Lavalás (Avalancha Humana, en Creole), cambió todo al ganar las primeras elecciones libres en Haití, en unos comicios que fueron apoyados por los norteamericanos.
El tradicional manejo armonioso con los militares, políticos y empresarios que el presidente Balaguer llevaba desde 1958 con los Duvalier (padre e hijo) se fue por la borda con la llegada del presidente Aristide, quien denunció ante la ONU los supuestos maltratos a los haitianos en los bateyes dominicanos, como también hizo gestiones para que un comité de derechos humanos del Congreso de los EE.UU. arribara al país en función de inspectores, provocando ataques de “American Watch”, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la prensa norteamericana, y algo tan delicado como poner en peligro ante el Consejo de Comercio Norteamericano la participación de la República Dominicana en los beneficios del sistema de preferencias arancelarias, que hubiese sido un desastre económico para el país.
Sin nadie esperarlo, el presidente Balaguer reaccionó emitiendo el Decreto No. 231-91 que disponía la repatriación de los haitianos menores de 16 años y mayores de 60 años, en cuyo proceso se calcula salieron apróximadamente 40 mil haitianos del país. En medio de esta crisis y presiones internas, el presidente Aristide fue derrocado por un golpe militar el 30 de septiembre de ese año de 1991.
En julio de 1992 el presidente Balaguer, haciendo galas de su fino olfato político, se refirió, aunque sin presentar pruebas, a los supuestos planes de fusión política de la República Dominicana y Haití por parte de grandes potencias mundiales, aseverando que la idea era infantil y descabellada, manifestando: “El agua y el aceite pueden convivir durante muchos años, pero no pueden confundirse en una sola, sin pérdida de su materia orgánica o con menoscabo de su identidad”.
En medio de esa avalancha política, confidencialmente, después de que el presidente Balaguer reforzó el embargo que los EE.UU. le tenían a Haití por el golpe militar al presidente Aristide, el gobierno norteamericano le reconoció la “victoria electoral” en los comicios de 1994, la misma que fue tan cuestionada, local e internacionalmente, y que, previo a negociaciones entre el presidente Balaguer y el Dr. José Francisco Peña Gómez, candidato presidencial que gozaba de gran simpatía del electorado, a ese período se le acortaron dos años.
En las circunstancias actuales se hace necesario llegar a un consenso nacional sobre la aplicación efectiva y con la severidad de un censor romano de nuestras leyes migratorias, respetando la dignidad humana, pero bajo el escudo de una voluntad política patriótica, firme y responsable, que controle la entrada masiva de haitianos ilegales al país, aplicando siempre la vertical disciplinaria de manera ejemplar, a los militares que se involucren en actividades ilícitas.
Aún hay una deuda histórica y social, cuya misión principal debe supeditarse a resguardar la soberanía nacional, y que los gobiernos tomen en cuenta que ahora, a diferencia de antes, existe la tecnología de Internet, con esas redes sociales que compiten con la prensa tradicional y no admiten censura alguna, que evite las denuncias en tiempo real al mundo, sobre acontecimientos que se originan desde 1961 y que se han intensificado con el tiempo, en esa frontera dominico-haitiana del tráfico de personas, contrabando de carbón, drogas, armas y mercancías, por lo que resulta imperativo dar siempre señales decididas de respeto a las leyes que no confundan ni motiven a la inmigración ilegal a nuestro país, acción dominicanista que constituye ser uno de los grandes retos nacionales.
Artículo periodístico del Periódico Listín Diario, escrito por Homero Luis Lajara Solá; HISTORIADOR-fuerzadelta3@gmail.com
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